Livestock Research for Rural Development 25 (10) 2013 Guide for preparation of papers LRRD Newsletter

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El potencial forrajero de la achira o sagú (Canna indica L.) en Guayatá, Colombia

G Vaughan y C Fernández*

Grupo Interdisciplinario de Investigaciones Arqueológicas e Históricas, UPTC,
Avenida Central del Norte, Tunja, Boyacá, Colombia
gsvaughan@gmail.com
* Grupo de Ecofisiología Vegetal, UPTC

Resumen

En Guayatá (Boyacá), Colombia, el sistema campesino de producción incluye la lechería a pequeña escala, además del cultivo del sagú o achira (Canna indica L.) para extraer almidón de sus rizomas. El presente trabajo evaluó el rendimiento y el contenido nutricional de las hojas y tallos de la achira para determinar si pueden servir como recurso forrajero en la zona. Se sembró un campo experimental con tres cultivares locales de achira, y se cosecharon hojas a los 5 y a los 10 meses de sembradas.

No se encontraron diferencias notorias de rendimiento ni de calidad forrajera entre los distintos cultivares. Los rangos encontrados para rendimiento fueron 543-837 g hojas y tallos frescos/planta para la achira en general (61.6-124 g peso seco/planta), lo cual corresponde a 6.70-10.3 tn/ha peso fresco (761-1530 kg peso seco/ha). El análisis de la calidad nutricional de la achira dio valores de 11.3-14.9% para materia seca, 9.25-11.0% proteína cruda en base seca y 54.6-56.7% para fibra en detergente neutro. La práctica de cortar las hojas de las plantas en medio del ciclo vegetal no aumenta significativamente el rendimiento de hojas, pero sí reduce en un 40.7% el rendimiento final de almidón de los rizomas. Por su bajo rendimiento y su contenido nutricional mediano, se concluye que las hojas de achira no son un forraje promisorio para usar en la lechería especializada intensiva, pero que en las zonas de agricultura campesina diversificada donde ya se está produciendo almidón de achira, esta planta puede ofrecer un aporte oportuno de forraje durante el periodo de escasez de alimentos para el ganado.

Palabras clave: agricultura campesina, almidón, forrajes alternativos, subproductos



The forage potential of Canna indica L. in Guayatá, Colombia

Abstract

In Guayatá (Boyacá), Colombia, the peasant farming system includes small-scale dairying, as well as small plots of sagú or achira (Canna indica L.), whose rhizomes are harvested for the extraction of starch. The present study evaluated yield and nutritional quality of achira’s aboveground biomass, in order to determine whether it might serve as a fodder resource for the local area. An experimental field was planted with three local cultivars of achira, and leaves were harvested at 5 and 10 months after planting.

No major differences were found between cultivars for forage yield or quality. The range for leaf yields across all cultivars was 543-837 g fresh weight/plant (61.6-124 g dry weight/plant), which corresponds to 6.7-10.3 tonnes/ha fresh weight (761-1530 kg dry weight/ha). Nutritional analyses of achira leaves gave ranges of 11.3-14.9% dry matter, 9.25-11.0% protein on a dry weight basis, and 54.6-56.7% neutral detergent fiber on a dry weight basis. The practice of harvesting aboveground biomass midway through the growth cycle did not significantly increase total fodder yield, but it did reduce final starch yield from rhizomes by 40.7%. Because of its low yield and medium nutritional content, achira is not a good candidate for an alternative fodder crop in intensive, specialized dairy operations, but in mixed peasant farming systems that already grow achira for its starchy rhizomes, the leaves may offer a timely addition to the fodder supply during the dry season when animal feed is scarce.

Key words: alternative feed crops, byproducts, peasant agriculture, starch


Introducción

El modelo campesino de producción dista del modelo agroindustrial en varios aspectos; quizás el principal de ellos es su filosofía de lograr una producción diversificada con los recursos disponibles, en vez de intentar adecuar y modificar las condiciones del entorno para maximizar la producción de un solo bien. Esta diferencia en enfoque hace que la investigación dentro del marco agroindustrial no siempre se ajuste a la realidad campesina (Toledo y Barrera-Bassols 2008).

En concreto, la ganadería industrial busca maximizar la producción de carne o leche ofreciéndole al animal una dieta de alto valor energético y proteico, cuya composición se mantiene constante a lo largo del ciclo de producción (por ejemplo con silo de maíz y heno de alfalfa en climas templados) (cf. Benbrook et al 2010, Capper et al 2009, Eastridge 2006, Laredo et al 1990). Este enfoque tiene por lo menos tres problemas a la hora de aplicarse a la agricultura campesina colombiana:

En la zona rural del municipio de Guayatá del departamento de Boyacá, Colombia, el sistema de producción practicado por los campesinos normalmente incluye una vaca lechera y sus crías, además de cultivos de café y sagú (Canna indica L.), conocido fuera de esta región como la achira), cultivos de autoconsumo con especies como maíz, fríjol, yuca y arracacha, principalmente (“sementeras de pancoger”, en el habla local) y huertas caseras con plátano y frutas. Los subproductos de un cultivo entran como insumos en otro; por ejemplo, la alimentación del ganado con pseudotallos de plátano, o la fertilización del cultivo de autoconsumo con la pulpa resultante del procesamiento de café y con estiércol de los bovinos. De esta manera se asegura una producción diversificada y cambiante que se ajusta a la disponibilidad de recursos a lo largo del año.

Según investigaciones económicas (siguiendo la metodología descrita en Vaughan et al 2010 y Ferraton et al 2002), llevadas a cabo a finales de 2011 por los autores, una finca arquetipo de la zona dedica 1900 m² a la “sementera de pancoger” o cultivo de autoconsumo, unas 10 gallinas ponedoras, 2100 m² en pasto de corte y 7330 m² en potreros permanentes, 350 m² en platanera, 3000 m² en café tradicional y 450 m² en achira, para dar un área total de aproximadamente 15130m² o 1.51 hectáreas (2.38 fanegadas). Existen fincas que incorporan otras actividades tales como la cría de cerdos o la producción de miel de caña, y también existen explotaciones agroindustriales de cría de pollos, pero no se representan la realidad de la mayoría de los campesinos en la zona. La productividad global por hectárea y por día de trabajo del sistema de producción arquetipo es bastante alta: 8725308 pesos colombianos al año ($4592US), siendo el cultivo de autoconsumo quien genera mayores ingresos. Si se remite esto al área de la finca, se obtiene una productividad de 5778350 pesos por hectárea ($3041US/ha). Si se divide el VAB entre los 150 días de trabajo anuales exigidos en la finca, se llega a un valor de 58169 pesos creados por día ($30.62US/día).

Estos son unos muy altos niveles de productividad por hectárea y por día de trabajo. La alta productividad se debe a varios factores inherentes a la agricultura tradicional campesina: el bajo uso de insumos comprados; la pequeña área de las fincas, lo cual permite una atención cuidadosa a las plantas y los animales; la devolución de grandes cantidades de materia orgánica al suelo; y el destino de la producción al autoconsumo, lo cual le confiere un valor al detal en vez de al por mayor. Además de estos factores, y particularmente importante de anotar en el caso de la producción de leche en Guayatá, se aprecia que ningún cultivo o animal es muy productivo en sí comparado con los rendimientos obtenidos en una agricultura intensiva en uso de insumos y capital. Por ejemplo, una vaca lechera de la zona puede dar unas 10.5 L de leche al día, recién nacido el ternero, y esta producción diaria baja a unos 6 L durante el largo periodo que se da entre un parto y otro (se puede demorar hasta un año antes de preñar nuevamente la vaca). No, la alta productividad se debe ante todo a la coexistencia y solapamiento de varios sistemas de cultivo y de ganado en una pequeña área. Ninguna genera grandes rendimientos de un solo producto, pero cada elemento arroja una producción mediana que se suma a las otras producciones, sin impactar negativamente un sistema a otro. En este sentido el sistema de producción de Guayatá es ejemplo por excelencia de un policultivo complejo de subsistencia.

Sin embargo, la alta productividad por día de trabajo esconde una desventaja del sistema de producción estudiado; al centrarse en el autoconsumo, hay una fuerte limitación al potencial de expansión o intensificación para mejorar los ingresos. Salta a la vista la baja cantidad de trabajo requerido en este sistema de producción (150 días de trabajo para una familia de 2 a 4 personas). Una familia dada tiene una capacidad fija de autoconsumo, y no existen mercados atractivos para vender los excedentes de los cultivos de base (maíz, fríjol, arracacha y yuca, sobre todo), ya que las demás familias producen esencialmente lo mismo. No tendría sentido que una familia trabajara más que lo mínimo necesario para apenas satisfacer sus propias necesidades.

En el sistema de producción de los campesinos de Guayatá, el ganado bovino se alimenta a base del pastoreo (normalmente amarrado a una estaca) sobre pasto Estrella Cynodon sp., Braquiaria sp. y un pasto nativo que llaman Llano Blanco. Hay una suplementación con pasto Imperial (Axonopus scoparius), que se corta y se trae al animal una o varias veces al día. Este pasto Imperial cubre todas las laderas de pendiente fuerte en la zona, y como tal es un aprovechamiento inteligente de terrenos no cultivables ni pastorables para que aporten a la producción ganadera (Vaughan y Jiménez 2013).

El uso de pastos de corte como el Taiwán (Pennisetum sp.) y el “Mateguala” (Tripsacum sp.), al igual que forrajes alternativos como el botón de oro (Tithonia diversifolia), el bore (Alocasia sp.), que sí se utilizan en otras regiones de Colombia, es limitado en la zona. A veces los productores siembran una franja de estas plantas al borde de un campo o una carretera, pero por varios factores estas siembras no se expanden más allá de eso. En el caso del pasto Taiwan, los campesinos dicen que es demasiado exigente. Varios campesinos consideran que el “Mateguala” (Guatemala grass) hace daño al ganado en cantidades excesivas, además de causar cortaduras y alergias al campesino que lo cosecha. Se ha visto el botón de oro en estado semi-silvestre en la zona, pero buena parte de la población no la conoce como forraje. Los autores conocieron el uso de bore o chonque (los dos nombres describen por lo menos dos distintas especies en distintas partes de la zona, probablemente pertenecientes a los géneros Alocasia y/o Xanthosoma) para la alimentación porcina en por lo menos una finca en la zona, pero no para la alimentación de bovinos. Comparado con cualquiera de estas especies, el pasto Imperial requiere pocos insumos, poco trabajo de cuidado y no ocupa terrenos deseables para otros usos; es muy probable que esto explique la predominancia del pasto Imperial en la suplementación bovina de Guayatá. Sin embargo, existe una amplia literatura sobre el uso del bore y el botón de oro para alimentación de distintas especies animales, y particularmente en zonas de Colombia con clima similar al de Guayatá (Mahecha y Rosales 2005, Gómez 2003). Sería interesante al futuro investigar sobre el potencial de estas dos especies en la zona.

Si bien el sistema de producción agropecuaria se adapta bien a las condiciones naturales de la zona, esta adaptación hace que la producción de leche y el bienestar de los animales sufra en la época seca de diciembre a marzo, cuando el entorno ofrece poco pasto y éste es de baja calidad. Para suplir la escasez de pasto en los potreros en estos meses, es posible traerle más pasto Imperial al animal, pero aun así la cantidad y calidad de alimentación animal se reduce mucho con respecto a la época de lluvias.

El sagú o achira (Canna indica L.) es una planta utilizada principalmente para la producción de almidón, que se extrae de sus rizomas. Posee hojas alternas, enteras, de 10-70 cm de largo por 5-20 cm de ancho, que pueden ser utilizadas para la alimentación del ganado. Los principales departamentos productores de la achira en Colombia son Cundinamarca, Huila y Nariño (Caicedo et al 2003), pero también se produce en Boyacá, sobre todo en la zona rural de los municipios de Guayatá y Somondoco. Las plantas de Risgua, que es otro cultivar de la achira, se encuentran como adorno en el jardín de muchas casas campesinas en zonas más frías de Boyacá, y a veces sus hojas se utilizan para envolver tamales, arepas y queso. Hasta ahora no es común que los campesinos boyacenses utilicen esta especie como forraje para animales, pero existen algunos estudios en Colombia y otros países que sugieren su potencial en este respecto (cf. Jun et al 2006, Chaparro y Cortés 1978).

El presente estudio pretendió evaluar la potencialidad de las hojas de achira para alimentar el ganado bovino. De acuerdo con el carácter multifuncional de la agricultura campesina en Guayatá, la idea no era proponer la achira como reemplazo de otros forrajes u otros cultivos, sino de ver si se pueden aprovechar las hojas que resultan del cultivo de la achira (y que actualmente se desechan en el campo para descomponerse e incorporarse al suelo) como un elemento adicional dentro del conjunto de alimentos que se ofrecen al hato bovino a lo largo del año. Tampoco el estudio se limita a considerar la achira como alimento bovino; los parámetros analizados dan una idea de su adecuación también para la alimentación de cerdos, aves de corral y peces, todos los cuales son presentes si no universales en las fincas campesinas de Guayatá.


Materiales y métodos

El experimento se realizó en la vereda Ciavita 2, Guayatá (departamento de Boyacá) Colombia, a una latitud de 4°57'34.12"N y longitud de 73°27'54.82"W, con altitud aproximada de 1827 msnm. El campo experimental se ubicó sobre una pendiente relativamente fuerte, con un suelo arcilloso caracterizado por pH bajo (4.8), materia orgánica intermedia (3.95%), bajo nivel de fósforo (1.08 ppm), alto contenido de aluminio (1.8 meq/100 g suelo), bajo nivel de cationes disponibles (1.03 meq Ca/100g, 0.53 meq Mg/100g, CIC total de 3.95 meq/100 g suelo) y bajo nivel de elementos menores (44.9 ppm Fe, 1.43 ppm Mn, 0.08 ppm Cu, 1.87 ppm Zn). Este suelo es típico de la zona, según observaciones empíricas de los investigadores y de campesinos locales.

Como materia vegetal se sembraron rizomas de tres cultivares de sagú reconocidos en la zona: Blanca, Negra y Gruesa, con bordes del cultivar Risgua (Figura 1). El cultivar Blanca tiene hojas angostas, largas y puntudas de color verde claro (algunas con borde morado delgado), produce varios tallos por planta y da rizomas gruesos, largos y sin muchas raicillas. El cultivar Negra tiene hojas más anchas con respecto a su largo, de color verde oscuro con una franja morada ancha en el borde, produce menos tallos por planta y da rizomas largos, delgados y da más raicillas que el Blanca. El cultivar Gruesa tiene hojas más grandes que los otros dos cultivares, de color verde claro sin borde morado, crece más alto, tiene pocos tallos por planta (uno a tres) y da rizomas gruesos y con pocas raicillas. Otro factor que diferencia los cultivares es la floración. El Blanca floreció primero, a cinco meses de sembrado, la Risgua poco después y el Negra a los diez meses de sembrado. El Gruesa nunca floreció durante el experimento, rasgo que podría indicar que es un cultivar triploide (cf. Hermann et al 1996).

Foto 1. Desde la izquierda superior y siguiendo en el sentido de las agujas del reloj;  Risgua, Blanca, Negra, Gruesa

Cada cultivar se sembró en una hilera de 36 plantas orientada de arriba-abajo sobre la pendiente (para distribuir la variabilidad de altura igualmente para todos los cultivares), con 90 cm entre plantas y entre hileras. Las plantas de sagú se sembraron en un diseño de tres bloques al azar, cada bloque consistiendo en tres hileras, una de cada cultivar. Para las hileras de borde se utilizó la Risgua, que es otro cultivar de la especie Canna indica L. (con hojas algo anchas comparadas con su largo, de color verde claro sin borde morado, varios tallos por planta y rizomas muy delgadas con muchas raicillas). Por crecer en condiciones de borde, los valores medidos de esta Risgua no tendrían rigor científico, pero sin embargo se incluyó en las mediciones por curiosidad y comparación, ya que hasta ahora no se ha utilizado en la zona para producción agrícola.

La siembra del campo experimental se realizó el 29 abril 2012, después de dos arados con yunta de bueyes y una aplicación de 100 kg de cal agrícola al campo (lo cual correspondería a unas 2 toneladas por hectárea). La densidad de siembra en el experimento fue aproximadamente la mitad de la que típicamente se usa en Guayatá y otras zonas productoras de achira en Colombia. Se eligió esta distancia para evitar el solapamiento y el enredo entre los rizomas de plantas de distintos cultivares, lo cual hubiera dificultado la toma de datos. Por lo tanto, se puede suponer que el rendimiento forrajero por hectárea hubiera sido mayor en condiciones campesinas que los valores obtenidos en el presente ensayo.

Se realizaron dos abonados del campo con abono orgánico marca Soil Aid (composición de 80% compost vegetal, 15% estiércol equino, 5% roca fosfórica; contenido NPKCa 1.1-2.0-2.4-3.0). Una aplicación fue en el momento de la siembra, y otra aplicación el 13 noviembre 2012 (a los 6.5 meses de sembrado), cada uno a razón de 200 g por planta, para un total de unas 5 toneladas por hectárea. Se realizaron dos desyerbas a mano con “pala” (herramienta tradicional de la zona que tiene hoja como un azadón, pero con orientación paralela a la manga en vez de perpendicular), una a mediados de junio y la otra a mediados de noviembre. A principios de octubre 2012 se cortaron todas las hojas y tallos de 16 plantas en cada hilera, para evaluar el rendimiento y calidad forrajeros y el efecto de esta poda sobre el rendimiento final de rizomas y almidón de los distintos cultivares.

Se tomaron muestras de forraje en el momento de poda a los 5 meses sobre la mitad de las plantas de cada cultivar, y a principios de marzo 2013 (10 meses después de la siembra) sobre todas las plantas. De este modo, para cada hilera había 2 sub-grupos que se trataban aparte en las mediciones finales: un grupo podado a los 5 meses (que se retoñó después) y otro no podado hasta la cosecha final de rizomas a los 10 meses. La toma de muestras de hojas consistió en cortar todos los tallos de una planta a nivel de unos 5 cm por encima del nivel del suelo (para aproximar la acción de un campesino cortando con un machete). Para la poda a los 5 meses se pesaron las hojas y tallos de 14 plantas (7 muestras de 2 plantas cada una) para cada hilera, mientras que a los 10 meses se pesaron hojas y tallos de 10 plantas por hilera (5 plantas que nunca habían sido podadas, y 5 que se habían podado a los 5 meses).

Estas muestras fueron pesadas en fresco, mezcladas entre sí para cada hilera, y una muestra por hilera fue sometida a análisis en el Laboratorio de Nutrición de Rumiantes de la Universidad Nacional en Bogotá, donde se determinó la materia seca y proteína cruda utilizando el método detallado en AOAC (1996) y la fibra en detergente neutro según lo planteado por Van Soest et al (1991). También se calculó el peso seco de cada muestra aplicando a los pesos de las muestras de una hilera dada el valor de porcentaje materia seca para esa hilera.

Se reconoce que la proteína cruda, la fibra en detergente neutro y hasta la materia seca tienen severas limitaciones en su poder descriptivo de un forraje, sobre todo cuando se trata del solo análisis químico de un alimento y no el seguimiento de consumo y aprovechamiento en animales vivos. La proteína cruda calculada por contenido de N no indica el balance de aminoácidos ni la proporción de “bypass protein”, los cuales pueden hacer más o menos digerible a la proteína del alimento. Compuestos secundarios de la planta como son los taninos y los fenoles pueden afectar de manera drástica (positiva o negativamente) la absorción y aprovechamiento del contenido energético y proteico de los forrajes por los animales (Ondiek et al 2010, Kavana et al 2005, Sahoo et al 2010). Quizás más pertinente en el caso de una planta suculenta y productora de almidón como es la achira, es que puede haber carbohidratos solubles en detergente neutro como son los azúcares y los almidones, los cuales aportarían energía al animal pero que no se tienen en cuenta en la medición de FDN (cf. Reddy y Elanchezian 2008, Noguera et al 2005). En breve, existen otros análisis que dan mucho más detalle sobre un forraje.

Dicho todo esto, los autores decidieron medir sólo estos tres factores (MS, FDN y PC) en el presente trabajo. Esta decisión se debió sobre todo a la escasez de recursos para hacer análisis más detallados, pero también al hecho de que MS, FDN y PC representan unos elementos mínimos y comúnmente manejados para que el agricultor compare un forraje con otro. En cambio, datos como la generación de gases in vitro (cf. Posada y Noguera 2005), la digestibilidad in sacco (cf. Orskov y Shand 1997) o el contenido de fenoles, si bien hubieran dado una idea más completa del valor forrajero de la achira, no están disponibles fácilmente para la mayoría de los alimentos animales vendidos en la zona de estudio, ni en las tablas de valor nutritivo que existen para los principales forrajes colombianos. La MS, FDN y PC sí están disponibles fácilmente para los otros alimentos ofrecidos en Guayatá y en Colombia en general, y por eso sirven como unos factores universales, aunque burdos, para comparar distintos forrajes, y en el caso concreto del presente trabajo, para ubicar las hojas de achira con respecto a otros alimentos comunes para el ganado bovino. En este sentido el presente trabajo representa un primer paso tentativo en la evaluación de la hoja de achira como forraje, el cual se podría complementar con más estudios posteriores tratando su palatabilidad, su digestibilidad, el desempeño productivo de animales alimentados con ella, su adecuación para otras especies animales como los pollos o los cerdos, etc.

Los pesos frescos y secos de hojas y los valores del análisis nutricional fueron sometidos a análisis de varianza (ANOVA) y la prueba de Tukey (p<0.05) utilizando el programa SPSS Statistics versión 19.0.0 (IBM Corporation). Las comparaciones entre plantas podadas a los cinco meses y las que no fueron podadas hasta los 10 meses de edad se hizo empleando la prueba T de dos colas con el mismo programa.


Resultados

En las hojas cortadas a los 10 meses de la siembra, no se encontró diferencia significativa entre cultivares para peso fresco de hojas por planta, pero sí entre el cultivar Blanca (menor rendimiento) y la Gruesa (mayor rendimiento) para el peso seco (Tabla 1). Si se promedian los valores de todos los cultivares se puede hablar de un rango de 543-837 g hojas y tallos frescos/planta para la achira en general (61.6-124 g peso seco/planta), lo cual corresponde a 6.70-10.3 tonelada/ha peso fresco (761-1530 kg peso seco/ha).

Tabla 1. Rendimiento y calidad forrajero de cuatro cultivares de achira de 10 meses de edad, sin poda anterior

 

Blanca

Gruesa

Negra

Risgua

SEM

p

Peso fresco de hojas y tallos, g/planta#

543

837

715

648

45.5

0.113

Peso seco de hojas y tallos, g/planta#

61.6a

124b

86.0ab

85.2ab

7.15

0.009

Contenido nutricional

Materia seca, %

11.3

14.9

12.0

12.9

.692

.254

Proteína cruda, % en MS

9.63ab

9.93ab

11.0a

9.25b

.252

.037

FDN, % en MS

54.8

54.6

55.5

56.7

.574

.727

#n=15 para 3 primeros cultivares, n=10 para Risgua
##n=3 para primeros tres cultivares, n=2 para Risgua
Distintas letras dentro de una fila indican valores diferentes (p<0.05)
No hubo homogeneidad de varianza en estos parámetros.

El contenido nutricional de hojas cosechadas a los 10 meses de la siembra varió poco entre los distintos cultivares de achira, pero dan un rango bastante preciso para la achira en general. La proteína cruda mostró diferencias significativas entre el cultivar Negra (mayor PC) y la Risgua (menor PC), pero al quitar la Risgua del análisis, no se ven diferencias significativas entre cultivares en este parámetro. Para la achira en general, el experimento dio rangos de 11.3-14.9% para materia seca, 9.25-11.0% proteína cruda en base seca y 54.6-56.7% para fibra en detergente neutro.

La poda de hojas en medio del ciclo de crecimiento causó un aumento de 22% en la proteína cruda de hojas cosechadas a los 10 meses, comparado con plantas que no fueron podadas antes de los 10 meses, pero también causó una reducción de 18% en materia seca (Tabla 2). El contenido nutricional de hojas cortadas a cinco meses no mostró diferencia significativa con el contenido de hojas no podadas hasta los 10 meses.

Tabla 2.  Efecto de corte de hojas a los 5 meses sobre calidad forrajera (Valores son promedios de todas las plantas muestreadas de los cuatro cultivares)

 

Plantas podadas a 5 meses (n=10)

Plantas podadas a 10 meses después de poda a 5 meses (n=11)

Plantas podadas a 10 meses sin poda anterior (n=11)

 

 

 

SEM

 

 

 

p

MS, %

13.9a

10.5b

12.8a

0.439

0.002

FDN, % en MS

53.8

55.2

55.3

0.343

0.171

PC, % en MS

10.3a

12.2b

10.0a

0.236

<0.001

ab Distintas letras dentro de una misma fila indican valores diferentes (p<0.05)

El rendimiento total de hojas frescas mostró tendencia a subir bajo el régimen de dos cortes en el año, y no hubo diferencia significativa en el rendimiento de hojas secas entre los regímenes de uno o dos cortes de hojas al año (Tabla 3). Esto se contrasta con una reducción significativa de 40.7% del rendimiento de almidón extraído de los rizomas en plantas que sufrieron una poda de hojas a los cinco meses.

Tabla 3.  Efecto de corte de hojas a los 5 meses sobre rendimiento de forraje y almidón
  Plantas podadas a los 5 y los 10 meses Plantas no podadas hasta cosecha a los 10 meses SEM p
Rendimiento total de hojas frescas, g/planta 794 698 52.0 .073
Rendimiento total de hojas secas, g/planta 89.4 90.7 8.24 .876
Rendimiento de almidón, g/cinco plantas 440 742 67.9 .021
Valores son promedios de todas las plantas muestreadas de los cultivares Gruesa, Negra y Blanca. Se comparó los valores totales de rendimiento fresco y seco de hojas bajo régimen de dos cortes al conjunto de valores para plantas no podadas hasta los 10 meses utilizando la prueba de T con dos colas. Para comparar el rendimiento de almidón entre tratamientos se utilizó ANOVA. No se incluyó la Risgua en este análisis. No hubo homogeneidad de varianza para el rendimiento de almidón.


Discusión

Los rendimientos de hojas frescas encontrados en el presente trabajo están muy por debajo de los 21-150 toneladas/ha que se reportan en la literatura para la achira (Tabla 4).  Es verdad que la densidad de siembra en el presente experimento fue menor a la utilizada en la producción campesina, pero aunque se doblaran los rendimientos, no se compararían con los encontrados en otros estudios sobre la achira. Esto puede deberse a los fuertes limitantes del suelo en el campo experimental (alta acidez y contenido de Al, bajo contenido de macro- y micronutrientes). Tampoco se comparan favorablemente al rendimiento de otras especies de forraje de corte. Esto se podría deber al hecho de que la achira concentra sus fitoasimilados en sus rizomas y no en las hojas.

Tabla 4.  Comparación de rendimiento y calidad de la achira y distintos forrajes típicos de la zona de Guayatá

 

Rendimiento fresco de hojas (toneladas /ha/año)

MS (% de peso fresco)

Rendimiento seco de hojas (toneladas/ha/año)

PC (% de peso seco)

FDN (% de peso seco)

Rango en experimento actual

6.7-10.3

11.3-14.9

0.76-1.53

9.25-11.0

54.6-56.7

Rango en literatura para achira

21-150

21.1

 

8.84-14.0

64.4

Rango de 5 cultivares de Pennisetum purpureum

Aprox. 134-261

16.9-21.0

Aprox. 28.0-45.9

6.29-14.9

71.8-72.1

Pasto Imperial (Axonopus scoparius)

Aprox. 66.6-232

9.35-18.3

10-22

5.94-18.0

51.8-66.0

Valores para experimento actual representan cosecha de hojas de achira a los 10 meses de edad; valores para achira en literatura son presumiblemente de la misma edad (Corpoica 2003, NRC 1989, Szabuniewiez citado en Chaparro y Cortés 1978); para P. purpureum se tomaron valores para cortes de 2-4.5 meses de edad y se extrapolaron a rendimiento anual (Araya y Boschini 2005, Sánchez y Soto 1999); para Imperial valores de contenido son para cortes de 1.5-3 meses de edad, rendimiento fresco se basa en el total de 2 cortes (a los 4 y 7 meses) extrapolado a rendimiento anual, con y sin fertilizante químico (Argüelles y Alarcón 1994, Basadre 1953, Cardona et al 2002, Cook et al 2005, Estrada 2001, ICA 1968)

Los valores para proteína cruda coinciden con otros autores, quienes reportan un rango de 8.84-14% proteína cruda en base seca para la achira, aunque la fibra en detergente neutro y la materia seca encontradas en el presente estudio están muy por debajo de los valores reportados en Colombia (64.4 y 21.1%, respectivamente) (NRC 1989, Corpoica 2003).

Comparando la achira con otros forrajes no leguminosos del trópico, se ve que sus valores de proteína cruda están alrededor del valor promedio de 10.6% para 560 pastos tropicales reportado en Minson (1982), y son similares a los valores reportados para P. purpureum (Araya y Boschini 2005, Sánchez y Soto 1999) y para pasto Imperial, el pasto de corte más utilizado en la zona de Guayatá (Basadre 1953, Cook et al 2005). No se comparó a otros forrajes alternativos (Tithonia diversifolia, Gliricidia sepium, Alocasia sp.) porque estas especies no se utilizan actualmente en la zona del estudio.

Las hojas de achira tienen bastante menos materia seca que P. purpureum, pero sus valores son similares al rango encontrado para el pasto Imperial. Tiene bajos valores de FDN, lo cual la hace más fácilmente digerible que la mayoría de pastos tropicales (Sánchez y Soto 1999, Juárez et al 2009).

En resumen, la calidad nutricional de las hojas de achira es similar al pasto Imperial en cuanto a materia seca, proteína cruda y fibra en detergente neutro. En este sentido el forraje de achira es un posible sustituto al pasto Imperial que se utiliza como pasto de corte en la zona rural de Guayatá. Su bajo rendimiento y fuerte estacionalidad (sólo está disponible entre enero y marzo de cada año, cuando se cosechan los rizomas de la achira) hacen que no sea buena opción como alimento principal para los animales, pero puede ser un reemplazo oportuno en estos meses cuando el pasto Imperial y los pastos de pastoreo están escasos. Hasta su alto contenido de agua puede ser ventajoso en los meses de “verano”, cuando hay poca agua para ofrecer al ganado.

El corte de las hojas de achira en la mitad del ciclo de crecimiento (cinco meses después de sembrada) no se presenta como opción atractiva para los campesinos de Guayatá. El rendimiento total de hojas no se aumenta apreciablemente bajo este manejo, mientras que el rendimiento de almidón extraído de los rizomas al final del ciclo sí sufre notoriamente. Ya que el almidón es el principal producto económico del cultivo de achira, no tendría sentido sacrificar buena parte de la producción de éste a cambio de un leve aumento de hojas para alimentar ganado. Para cuantificar, el menor rendimiento de almidón en plantas podadas a los cinco meses en el presente experimento representaría una pérdida de entre 4.4 y 9 millones de pesos colombianos por hectárea para el campesino, o sea entre $2316US y $4737US/ha (contemplando un precio de 6000 pesos por kg y una densidad de siembra de entre 12346 y 24692 plantas/ha).


Conclusiones


Agradecimientos

Este estudio fue desarrollado en el marco del proyecto "Alimentos Prehispánicos, Alimentos Promisorios", financiado por Colciencias y cofinanciado por la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia.


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Received 29 May 2013; Accepted 10 September 2013; Published 1 October 2013

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